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martes, 3 de abril de 2012

2012-PREGON DE D. JESUS MANUEL PEROJIL VILLAR (VI) QUINTA PARTE



Atención, señores pasajeros:
“El tren con destino al Gran Teatro, va a efectuar su salida de la Estación de Los Recuerdos”.

   El carnaval es una inmensa estación, donde los trenes van y vienen constantemente.

   Hay quien se tira en marcha de algún tren; hay a quien lo coge un tren; hay quien cambia de tren como el que cambia de zapatos; hay revisores empeñados en echarte del tren; hay muchos que han perdido el tren; hay quien ve pasa el tren por delante… y no lo ve; hay quien viene a la estación…solo a ver los trenes…pero nunca se anima a subir; hay gente que se quiere colar en el tren sin pagar el billete; hay trenes de primera clase y trenes de segunda…pero todos son trenes; hay trenes de cercanías que vienen desde la provincia y que siguen dándole vida a la estación central. También hay cercanías, que se niegan a viajar… solo es cuestión de tiempo…, tarde o temprano vendrán; y si no ellos sabrán…

   Hay gente que se subió al tren hace muchísimo tiempo y no se quieren bajar; hay trenes llenos de vida; y trenes, a los que hace tiempo que no se sube nadie; hay trenes que descarrilan; hay trenes que chocan de frente contra otros trenes; hay trenes, a los que aún hay que echarles carbón para que se ponga en marcha: pero que conservan la esencia de los trenes de siempre; hay trenes de primer nivel tecnológico: pero que no guardan el más mínimo respeto a las viejas tradiciones; hay trenes que abrieron nuevos caminos, que pusieron raíles donde antes no había nada para que otros trenes pudieran viajar por ellos; hay trenes injustamente olvidados, abandonados por la historia, maltratados por el paso del tiempo después de estar toda la vida viajando; hay trenes de leyenda; hay trenes que siempre van de paso; hay trenes que jamás olvidaré… De igual manera, hay trenes en los que jamás me subiré; hay trenes que dan muchos rodeos para llegar al mismo destino: yo particularmente prefiero los trenes que van de frente, a los que tu ves venir; hay trenes disfrazados de tranvías: que te engañan durante un tiempo…pero al final descubres su secreto.

   Hay desagradecidos, que cuando se bajan de un tren porque no llegaron a su destino, van insultando y menospreciando al maquinista, al mismo maquinista por el que antes se bebían los vientos…Lo que pasa… es que cuando haces lo mismo en cinco o seis trenes diferentes, tu categoría como viajero deja mucho que desear, y llega un momento en el que ningún maquinista te quiere en su tren… porque no olvidemos nunca: un tren sin maquinista… no anda… y si no hay viajeros aquí, los habrá en otra estación, pero el maquinista es el que lo pone en marcha… es el alma del tren… su motor y su carbón.

   Menos mal que hace tiempo descubrí, que no hay que ponerse un destino final, hay que subirse al tren para disfrutar del viaje, por el placer de viajar. Solo así, he conseguido que nadie se tire en marcha de mi tren… y seguimos viajando… y cada vez somos más en el tren… Sinceramente… hoy en día… lo único que me motiva para seguir poniendo el tren en marcha… son los viajeros que llevo… ellos hacen de cualquier viaje una aventura nueva… ellos le dan la vida a mi tren…

   Dentro de unos días, estaré de nuevo por aquí, con un nuevo vagón, pero con los mismos pasajeros, con: Iñaki, “Yeye”, Juan… Dieguito, Migue, Ramón… Paquito, Ginés, “Juanma”, Jorge… Orta, Rafa, “Juanmita” y Juan Carlos. Esos son los que se ven, pero detrás… empujando este vagón, para que no se pare nunca, está: Manolo, y el “Chico”, y Antonio, y “Juanma”, y Chema, y sus hijos… y sus padres… Ellos llenan mi vagón…Eso es lo que me llevaré conmigo cuando ya no quiera viajar más: por que sin ellos, nada sería igual. Me han traído hasta aquí y estarán hasta el final. Son mi punto de partida, son mis ganas de viajar. Y permítanme que hoy les diga… que los quiero una “jartá”. Ellos me han llevado al cielo, sin mentiras ni rencores y han hecho de este viajero el más feliz de los revisores. Son mi voz sobre las tablas, son mi pan de cada día. Mi victoria será la suya, su derrota será la mía.

   Dicen que todos los caminos conducen a Roma. En mi caso… todos los raíles conducen a Huelva: ese será siempre mi destino final; mi fin de trayecto; la estación de mis amores. Nada tendría sentido sin esa meta. Sentirse de Huelva es algo que llevo conmigo, como si fuera una segunda piel; forma parte de mí, es mi eterna compañera de viaje; ella es mi tren y mi vagón, mi estación y mi raíl… y los hilos de mi voz; es la que hace latir… a este pobre corazón, que no se cansa de repetir siempre la misma canción; sin ella no se vivir… sin ella no sería yo.

   Esta tierra, que vive siempre con el corazón dividido: entre Cinta y Rocío; entre Victoria y Esperanza; entre Huelva y Emigrantes; entre Marismeños y Manguara; y ¿porqué no?, aunque a menor escala…entre Jesuli y Cabezas… Yo digo lo de Mouriño… ¿Por qué? ¿Porque esta bendita tierra, donde un día vi por primera vez la luz de la vida, no abre ya los ojos, y mira para sus adentros? Tiene que encontrar sus raíces y presumir de ellas.

   Si hasta resulta que Huelva es más antigua que la “trimilenaria” Cádiz… ¿Por qué somos así...? ¿Por qué nos cuesta tanto valorar lo que tenemos...? ¿Por qué menospreciamos a todo lo que salga de aquí…? Si no lo hacemos nosotros… ¿Quién coño pensáis que nos va a defender?, independientemente de las siglas de un partido… somos de Huelva… es nuestra denominación de origen, es algo innegociable… Bendita la suerte que tenemos… al poder elegir…

   Pero podemos quedarnos con todo: yo soy de la Cinta y de Rocío; y de Huelva y de Emigrantes; y de la Victoria y de la Esperanza y de mi Nazareno; y me gusta Marismeños y Manguara y Cantares y Onuba; y me gusta Arcángel y Jeromo y Pepito el marismeño; y soy del Litri y de Chamaco; y del Cabezas y de Los Primos y de la Colombina; y del Recre; y de Vázquez Díaz; y de Juan Ramón…y de Primitivo Lázaro; y de Elías Picón; y de la bendita madre que un día a todos nos parió.

 
Señoras y señores:
ya no queda más carbón,
si me quieren acompañar…
les espero en mi vagón.
Anímense a viajar
en el tren de la ilusión.
No os hace falta equipaje,
os sobra con el corazón.
Aquí acaba mi viaje
y concluye este pregón.
Mil gracias por escucharme,
nos vemos aquí… en la estación.

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